Fotografías del inconsciente: “Rostros y rastros” de Romy Fuentes
“El pozo sin fondo del inconsciente no puede ser cerrado ni agotado. Él no es sólo la simple fuente de los delirios enajenados, sino también la sede de las más altas creaciones humanas, en él no hay sólo represión sino también deseos vitales; por eso, además de irreprimible, lo Inconsciente es la base de toda la creatividad humana.”
C. Castoriadis
Hace 160 años la arrollante expansión comercial de la fotografía en las sociedades occidentales planteó un vivo debate sobre el “realismo” y la “objetividad”. Un influyente sector artístico, imbuido de los principios románticos, la rechazó considerándola una intromisión de la industria en el arte, otro conjunto de creadores se posicionaron de una manera menos hostil: “Ni el dibujo ni el color, ni la exactitud de la representación hacen al artista. Es su mente. Lo que hace al pintor no es la mano sino el cerebro, la mano simplemente obedece (…)” sintetizó un crítico ya olvidado, pero que abrió con esta perspectiva las puertas al arte del siglo XX.
La fotografía obligó a los artistas plásticos a superar la simple reproducción mecánica de los objetos como preocupación central de ese grupo. Así, los viejos criterios de “perfección” y “exactitud” a la hora de valorar una obra, fueron sustituyéndose inexorablemente por el de la “originalidad”. Hoy la llegada de la fotografía digital ha implantado en el corazón del “procedimiento para reproducir imágenes reales”, la misma apertura expresiva infinita que ya venia ocurriendo en las artes plásticas. En este contexto, los viejos asuntos que identificaron a la fotografía clásica de los siglos XIX y XX, especialmente el retrato, han sido superados por toda una geografía onírica en la que ha desaparecido el rostro humano como medio de expresión.
Las piezas que nos presenta Romy Fuentes se plantean una recuperación crítica del retrato como aquella temática fundacional que prácticamente posibilitó la aceptación masiva de la fotografía. Pero a diferencia del retrato más normalizador y común, los de Romy exhiben mas que a sus personajes, al pozo infinito de sus inconscientes y sus obsesiones, y no en forma de denuncia trágica y seria, sino como sutiles anuncios, como señales de su estar en el mundo, ni tristes, ni alegres, sino, como diría Cantinflas, todo lo contrario…
En las sociedades anteriores a las nuestras, los locos eran importantes y tenían cosas que decirnos (gracias a esa discernimiento tenemos al Quijote entre los clásicos) Una sociedad que ha instaurado la racionalidad y no la poesía como valor central en la socialización de los individuos, esconde a los “locos” para que no den cuenta de la conexión intrínseca entre su estado y el nuestro. La invitación de Romy es entonces a que a través de estos rostros, sigamos nuestros rastros… sabiendo que la cordura no es mas que una forma especifica y soberana de hacernos cargo de nuestro imprescindible caos que, en forma de tragedia o de dicha, depende de nosotros mismos, constituye a nuestras vidas. |